Cada 11 de diciembre desde 2003 se celebra el Día Internacional de las Montañas, un ecosistema frágil que hay que proteger y que tiene relación directa con el Objetivo Número 15 (ODS15) de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU para 2030.
El lema propuesto por la ONU este año es “Las montañas son importantes para los jóvenes”. Pero, ¿a qué debe este lema?

Por desgracia, las montañas están en peligro. No quiere decir que vayan a desaparecer, pues por suerte son relieves geológicos masivos, y (de momento) el ser humano no puede acabar con ellas (salvo por parciales acciones mineras de mayor o menor escala). Cuando decimos que las montañas están peligro, y así lo entiende la ONU, se refiere a su estado para con los humanos y con su bioesfera. Las montañas son lugares esenciales para el desarrollo de plantas y animales, incluidos los humanos. Son un foco importante de recursos naturales y agrícolas para la humanidad, y por ello es esencial protegerlas adecuadamente.
Debido al actual cambio climático, la degradación de los suelos y la sobreexplotación de los recursos de las montañas ya tiene preocupantes consecuencias. Por ello la campaña de la ONU para este 2019 se centra en el problema que afrontan los jóvenes que habitan en las montañas, a los que en muchas ocasiones sólo les queda la salida de la emigración. Los jóvenes quieren encontrar un futuro estable en sus comunidades, para poder crecer ellos personalmente y que lo hagan sus allegados. Sin embargo, se observa un aumento del abandono de la agricultura en comunidades asentadas en zonas montañosas, así como la degradación ecológica del terreno y su ecosistema.
La solución que propone la FAO y la ONU es que se invierta más en formación, acceso al empleo y mejores servicios públicos, para garantizar a los jóvenes una vida mejor y que puedan desarrollar su potencial en sus lugares de origen.

La odisea de agricultura en las montañas
Las precipitaciones son más fiables en terrenos altos, favoreciendo la fertilidad de la tierra y las pequeñas explotaciones agrícolas de numerosos alimentos. Lamentablemente, el cambio climático es ya una constante amenaza en la vida de agricultores montañosos de todo el planeta.
En África oriental los pequeños productores de tierras altas y de montañas practicaban la agricultura de forma tradicional para garantizar la seguridad alimentaria de la región, evitando la precariedad de la población. Pero con la creciente degradación del suelo, la variabilidad del clima, el aumento promedio de las temperaturas, la desertificación, la inseguridad de los mercados y el precio de los productos, los conflictos por el agua y la mano de obra reducida dificultan cada vez más que los jóvenes sigan con el trabajo de estas tierras. Además, la creciente densidad demográfica y la migración de los jóvenes perjudica el desarrollo de la zonas montañosas, afectando a la economía local, al cultivo de productos como flores y hortalizas, La pérdida de mano de obra en regiones montañosas de África oriental afecta a regiones con gran potencial de desarrollo favoreciendo el empobrecimiento de la zona y los índices de inseguridad alimentaria.
Para solucionar los problemas, diversos actores se unieron para solucionar los problemas sociales y financieros con propuestas y soluciones como: los bancos de aldeas que facilitan los créditos, buscan nuevas formas de comercialización y los grupos sociales, promoviendo el intercambio de conocimientos, incentivando las prácticas sostenibles para frenar la erosión de los suelos, el uso de estiércol para fertilizar los suelos y la diversificación de los productos agrícolas.

El calentamiento global ha derretido los glaciares de la región indígena de Tuni Condoriri en Bolivia, en la Cordillera Real, reduciéndolo casi a la mitad en los últimos 35 años. Esto ha afectado a la vida de las comunidades aymaras que subsisten de la ganadería y la agricultura. También les perjudica la urbanización de la zona y el crecimiento de la minería, que perturban los ecosistemas de la montaña. La zona abastece de agua potable a El Alto y casi la mitad de La Paz, ya que un 12/15 % del agua potable de la zona es de origen glaciar. Con la emergencia climática y la pérdida de glaciares se teme la aparición de conflictos rurales-urbanos por los derechos y el uso del agua.
Con el calentamiento global y la reducción de las precipitaciones los agricultores se ven obligados a dejar los cultivos de secano haciendo con que la agricultura pierda relevancia y los jóvenes se ven obligados a emigrar en busca de mejores condiciones de vida en la minería. Los agricultores no se desaniman y afrontan los cambios siguiendo sus tradiciones de gestión frente al riesgo, utilizando diferentes franjas de altitudes para el pastoreo y adaptando los cultivos, evitando el fracaso total de sus actividades con mucha resiliencia.
En la zona quechua de Perú el crecimiento urbano perjudica a los agricultores que practican agricultura de subsistencia. Con el aumento de la demanda de la tierra y agua, escasean los recursos del valle, aumentando el valor de la tierra, ya que es la mejor zona para la agricultura. Los agricultores dependen del arrendamiento de las tierras adicionales; sus parcelas son demasiado pequeñas para una mayor producción de maíz, alcachofas o papas, para poder generar ingresos suficientes para seguir cultivando en estas zonas. La urbanización de la zona es vista como una amenaza a la seguridad alimentaria de los pequeños productores y la merma de sus recursos económicos.
Como medidas a estos problemas, los agricultores están plantando en altaplanicies, pero debido a las bajas temperaturas adaptan los cultivos de papas y otros tubérculos (omo, oca, olluco y mashua) y han aumentando la cría de cuyes, vendiendo su carne en los mercados de la región. Con la creciente demanda del sector de la construcción, están plantando árboles de eucalipto para suplir la necesidades del mercado.
En España los agricultores de las zonas de montaña están adaptando sus cultivos al cambio climático la producción. En Cataluña y Aragón están desplazando las viñas a zonas más elevadas, creando los “vinos de altura” con un doble propósito: incrementar la calidad del producto y asegurar la sostenibilidad de la actividad. Las zonas productoras de sidra en el norte de la península y la producción de papas canarias y la patata de montaña insulares son una apuesta de los agricultores por solucionar las adversidades climáticas crecientes. En la zona del pirineo los ganaderos presencian cómo los jóvenes migran y cómo las tradiciones en la cría de animales se pierden, poniendo en riesgo las razas autóctonas de la región y la gran pérdida de diversidad ambiental.
La necesidad de preservar las montañas
Es necesario conservar las montañas y su biodiversidad. Debemos crear incentivos para los jóvenes, para mantener las tradiciones familiares, proporcionando las herramientas necesarias para su crecimiento y para la conservación de cultivos y animales autóctonos, crear fondos económicos que beneficien a los pequeños productores para que puedan conservar sus tierras y proporcionar seguridad alimentaria a toda la población dependiente de sus recursos. También debemos valorar y priorizar el trabajo decente y la innovación de los sistemas de producción sostenibles, para que afronten la emergencia climática y sigan prosperando y transmitiendo sus conocimientos de generación a generación.
(Artículo escrito para Puentes Digitales)
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